Aquellos pacientes con síntomas que sugieran que podrían tener cáncer de páncreas necesitan ser analizados rápidamente a través de escáner o TC (tomografía computarizada) y la pronta remisión a una unidad especializada para otras investigaciones.
En primer lugar se solicita un análisis de sangre, que permite valorar el estado general de salud. El médico valorará la necesidad de completar el estudio con otras pruebas. Las más habituales son las siguientes:
Otra prueba que en determinados casos puede ser necesaria es la laparoscopia. Consiste en realizar unas pequeñas incisiones o cortes en la pared del abdomen que permiten introducir el endoscopio en la cavidad abdominal y observar directamente todos los órganos (hígado, intestino, páncreas…) y determinar la extensión del tumor. Esta técnica quirúrgica requiere anestesia general por lo que es necesario que el paciente ingrese en el hospital. Generalmente se puede ir de alta 24-48 horas tras la intervención.
Si el médico observa, durante la realización de la endoscopia o de la laparoscopia, una lesión sospechosa, procederá a extraer una pequeña muestra de tejido de dicha zona. Esta pequeña cantidad de tejido deberá ser estudiada por un anatomopatólogo (médico especialista en el estudio de los tejidos al microscopio) para poder emitir un diagnostico confirmando o descartando la existencia de un cáncer. Esta prueba es imprescindible para obtener un diagnóstico de certeza.
A veces se pueden solicitar marcadores tumorales. Son sustancias que generalmente se determinan en sangre y cuya elevación por encima de lo normal se ha relacionado, en ocasiones con la presencia de este tumor. Puede ser útil para el diagnóstico cuando se realiza en combinación con otras pruebas. Por sí solos, no permiten confirmar o descartar el diagnóstico de cáncer de páncreas.