ACANPAN · octubre 19, 2021
Aprendiendo a emocionarnos II: ¿Cómo gestionar mis emociones?

Ante las circunstancias que hoy te rodean, cualesquiera que sean, trata de conectar con la emoción que surge con ella. Concéntrate en la emoción y trata de notar cualquier sensación en tu cuerpo; presta atención a las sensaciones físicas y a la respiración. ¿Qué notas que sucede en ti? ¿Qué sentimiento experimentas? ¿Cuáles son los pensamientos? ¿Qué te incitan a hacer o a decir? ¿Qué haces con eso? ¿Lo vives sin más o realizas intentos para no sentirte más así, por acabar con la emoción, sobre todo si te desagrada? ¿Dejas espacio para que tenga lugar o notas que desconectas para evitar tener la emoción, o quizás te dices a ti mismo/a “no puedo manejarla”?

Este primer ejercicio es un paso para explorar de qué manera te vinculas con tus emociones. Si eres de los que deja que la emoción domine y controle el comportamiento, generando reacciones automáticas desadaptadas al contexto o si más bien eres de los que reprime y anula cualquier sensación que etiqueta como “desagradable” o “mala”. Reconocer nuestra tendencia a abordar la esfera de lo emocional es clave para aprender a regular adecuadamente nuestras emociones, inherentes a la condición humana de vivir. Pero, ¿Qué significa regular o gestionar las emociones? Mucho nos dicen de la necesidad de hacerlo, pero poco sabemos qué significa esto y menos, cómo podemos lograrlo. En primer lugar, saber que en la regulación emocional se utiliza la emoción de forma apropiada al contexto. Se trata de conseguir los cambios que son necesarios para que la emoción que sentimos en cada momento sea la más adaptada, o en otras palabras sea la más ajustada a la situación. Y esto, ¿cómo lo logramos?

Nuestra experiencia diaria con la enfermedad oncológica, seamos paciente, familiar o personal sanitario, se asocia a una multitud de circunstancias externas, unidas a las interpretaciones que hacemos de ellas, capaces de generar estados internos tan cambiantes como las circunstancias mismas. El diagnóstico, el conocimiento del pronóstico, la alteración de la imagen corporal, las recaídas, la recuperación, tratamientos, cirugía… El miedo, la ira, la tristeza, la culpa, la vergüenza, la alegría, la esperanza…  Circunstancias que dan paso a sensaciones corporales que forman parte de la emoción y a las etiquetas cognitivas que usamos para describir esas manifestaciones que experimentamos: “Ahora mismo siento vergüenza por mi imagen, el tratamiento me ha dejado hecha polvo”.

Cada persona es un mundo emocional y como tal existen múltiples diferencias entre unas y otras. Sin embargo, pese a la enorme variabilidad todos tenemos algo en común: somos contenedores de emociones tanto positivas como negativas. Esta naturaleza es humana y nuestros esfuerzos por que sea diferente no serán más que trabajo en vano. Todo apunta a que los intentos continuos por suprimir o evitar pensamientos y emociones solo sirven para aumentar la frecuencia o la intensidad de estos. Además, mantener el sentimiento reprimido, así como mantener a raya su expresión puede suponer un nuevo evento estresante con el que cargar. Como si no fuera suficiente con el tratamiento de la enfermedad, confrontar la propia mortalidad, los cambios en la imagen corporal y paro de contar, como para agregar una nueva fuente de estrés. Por eso, aprender a gestionar nuestras emociones de forma apropiada y constructiva es parte importante del crecimiento personal ante la situación de enfermedad.

Alcanzarlo no es fácil. Lo primero es tomarnos en serio la tarea de gestionar de forma positiva nuestras emociones. Es un trabajo que requiere mucha constancia. Como si de ejercitarnos en el gimnasio se tratara. Lo bueno es que las emociones siempre están allí, por lo que las oportunidades para practicar abundan. Busquemos el tiempo para leer y releer estas estrategias que de forma constructiva nos permitirán convivir positivamente con nuestras emociones, luego, no olvides ponerlas en práctica haciendo los cambios que sean necesarios para hacerlas más ajustadas a ti.

Conecta con tus emociones

¡DETENTE! Hazte consciente de este momento. Deja a un lado el automático fluir de la vida y disponte a encontrarte con las sensaciones corporales, las emociones y los pensamientos que se producen en este momento. Se trata de poner una pausa a este flujo incesante de situaciones que la enfermedad o la enfermedad de otro te pone en el camino, y conectar con lo que sucede en tu interior. Al hacerlo, puedes ponerle un nombre a lo que experimentas, en este caso a tu emoción. Notar las sensaciones en el cuerpo y permanecer sin más, identificar los pensamientos que la acompañan y lo que la emoción te está diciendo que hagas o digas. Observar sin juzgar, sin luchar por que desaparezca, saliendo de la continua valoración de que lo que se experimenta es bueno o malo, agradable o desagradable. Solo estar aquí y ahora con eso que sucede… en plena aceptación de la emoción, el pensamiento y las sensaciones del cuerpo.

Este ejercicio es similar al que planteamos al inicio. Forma parte de una práctica que fomenta la actitud mindfulness, un estado de consciencia centrado en el presente, permitiendo que surja lo que tenga que surgir en ese instante, ya sean emociones, pensamientos o sensaciones corporales, reconociendo y aceptando cada hecho mental. Esta práctica suele compararse con la meditación, siendo ambas muy beneficiosas para todas las personas que están expuestas a situaciones altamente generadoras de estrés. Os invito a vincularse con la práctica del mindfulness. Hoy en día existe un gran número de profesionales que pueden ayudarles a adquirir las habilidades necesarias. Si es de vuestro interés puedo proporcionaros mayor información, a través del correo: psicory@cop.es

Expresa tus emociones

Existen situaciones demasiado intensas capaces de generar un desbordamiento emocional que suele conducir a reacciones automáticas, rápidas y no conscientes. Ante la situación la persona reacciona sin ser si quiera consciente de que la emoción y los pensamientos asociados estuvieron allí, siendo frecuente comportamientos muy fuera de lugar. Esto es lo contrario a una adecuada gestión emocional, muchas veces se confunde con la expresión que tanto alentamos de las emociones. Por ejemplo, una persona que llega a casa luego de recibir quimio y se encuentra con que nadie ha hecho la cena. Su reacción es gritar y lanzar los trastos de la cocina, seguidamente con las pocas fuerzas que le ha dejado el tratamiento, cae rendida. Esta reacción, por demás automática y poco consciente (sin detenerse a conectar con la emoción y los pensamientos asociados), es inapropiada al contexto y, sin lugar a dudas, contraproducente.

Para hablar de una adecuada gestión en una situación similar, te invito a que te detengas y conectes con la emoción. Realiza el ejercicio que hemos recomendado previamente, etiqueta la emoción y los pensamientos, toma un tiempo para pensar sobre la situación de diferentes formas, intentando ser más objetivo (sin interpretaciones como “no me quieren y por eso no hacen la cena”), realista y adaptativo. Luego de hacerlo, seguramente no quedará espacio para reacciones automáticas no conscientes sino solo para respuestas reflexivas.

Luego esa respuesta no automática mediada por tu atención y conexión con la emoción será esa expresión de la emoción a la que tanto nos referimos. Muchas son las maneras de expresar nuestras emociones de forma consciente. Recuerda que ninguna forma sería posible si antes no te hubieses detenido a tener consciencia de la emoción.

¿Recuerdas el registro emocional del anterior artículo? Su uso permite conectar, de forma simple con la emoción, es un primer gran paso. Puedes registrarlo allí, aunque también puedes ser simplemente consciente de que la emoción tiene lugar. Posteriormente disponte a expresar. Ahora, algunas maneras de hacerlo:

  • Comunicar asertivamente tu emoción con las personas involucradas en la situación. Se trata de trasmitir que las circunstancias han generado una o varias emociones, unos pensamientos y unas sensaciones. Expresar entendimiento de la postura del otro y exigir acciones encaminadas al cambio o a la solución del problema, es decir, de la situación que ha generado la emoción. Evidentemente, esto solo es posible en algunas circunstancias, quizás en algunas similares al ejemplo anterior.
  • Hablar con personas cercanas para “desahogarnos”. Dicen que la tristeza compartida es la mitad de la tristeza y la alegría compartida, es doble de alegría. Se trata de charlar con nuestros amigos, familiares, terapeutas, personal sanitario o comunidad religiosa sobre cómo nos estamos sintiendo con lo que sucede. Muchas veces puede ser de gran utilidad unirse a un grupo de apoyo para compartir experiencias con otras personas en la misma situación. Es grato saber que no somos raros por sentir lo que sentimos ante todo el torbellino que implica la enfermedad.
  • Usar algún dispositivo para grabar o plasmar la emoción. Se trata de escribir, tal cual diario de adolescente, o de parlotear sin parar mientras nos grabamos. Recuerda contar sobre aquello de lo que te has hecho consciente, sobre la emoción, las sensaciones corporales y los pensamientos asociados. También sobre las circunstancias relacionada con ellos.
  • Usar otros lenguajes para la expresión. Todas las sensaciones y los sentimientos pueden ser expresados a través del lenguaje corporal, musical, plástico o teatral. Por eso, cuando las palabras no sean suficiente puedes crear espacios de expresión emocional no verbal en el que puedas mermar a través del ARTE. En forma de música, danza, dibujo, pintura, escultura o lo que prefieras. Se trata de conectar con la emoción y dejar su expresión en algún producto artístico, sin detenerte a valorar la calidad del mismo, solo en dejar salir aquello de lo que te has hecho consciente.
  • Activar el cuerpo con moderación. La actividad física puede ser una buena manera de canalizar toda la tensión emocional muy frecuente en situaciones de enfermedad oncológica. Pero, su práctica (en caso del paciente) pasa por la autorización del médico tratante quien marcará la frecuencia, el tipo y la intensidad. Mientras eso sucede, se puede considerar actividades de bajo impacto como el yoga y el Tai Chi, lo importante es activar el cuerpo para impactar positivamente en el bienestar emocional.

¿Quieres recibir ayuda sobre una estrategia en particular? ¿Quieres formar parte de un grupo de apoyo? Podemos ayudarte, solo escríbenos a nuestros mails y con gusto te daremos respuesta.

También, queremos comunicaros que en el mes de noviembre queremos impartir un taller relacionado con la situación de enfermedad oncológica, por eso nos gustaría escuchar vuestras sugerencias sobre lo que os interesa o hace falta.

Autora

Oriana Martínez Zapata
Psicóloga Sanitaria Col. M-28907

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